lunes, 26 de noviembre de 2007

Cómo cambian las cosas los años

Hace un par de semanas vi una película alemana que se llama La vida de los otros, bastante interesante por cierto. No voy a relatar aquí el tema ni una crítica a la película. Sólo me llama la atención que últimamente está bastante de moda pasar películas que hablen de la vida de algún que otro escritor (ficticio o real). Al menos son las películas que circulan entre el ambiente pseudo intelectual en el que me muevo.
Digo pseudo intelectual porque entre mis amigos de la facultad (no me gusta el término "compañero" tiene una carga un tanto negativa en la historia política de mi país, "camarada" otro tanto -no hay que olvidar que la izquierda argentina apoyó el golpe militar del '55-, ni hablar de correligionarios. Por ende termino recurriendo a amigos, que si bien también tiene una carga un tanto trágica, lo es en el plano universal y no el particular argento) no conozco a nadie verdaderamente intelectual (al menos personalmente). Intelectuales eran los de antes. Entre mis amigos de la facultad (dicho sea de paso, curso la carrera de Letras Modernas en la UNC) no hay nadie, absolutamente nadie, que haya comenzado a leer antes de los catorce años. Una verdadera atrocidad. Intelectuales eran los de antes, antes se leía un libro de trescientas páginas a los nueve o diez años. Nada de eso ocurre ahora ¡qué calamidad!. Los niños de esa edad miran dibujitos animados, películas, en síntesis televisión.
Probablemente ocurra que hoy en día la intelectualidad pase también por ese lado. Probablemente ocurra que hoy en día la cultura esté constituida también por otras cosas, no sólo por libros. En ese caso, "el universo (que otros llaman la biblioteca)" ya no estaría repleta de "volúmenes con inscripciones pictográficas", sino que sería una audio-biblio-video-teca. Un segundo, ¿no es eso la internet? ¡Entonces, el dominio de la intelectualidad empiza a jugarse entanto y en cuanto aquellos que navegan por la net!
Nueva regla para la apropiación del canon: "Si usted desea ser un verdadero intelectual navegue por la red, tanto como pueda"
¡Qué bueno, ya casi puedo decir que soy canónico!
¡Hace largos años que no vivo sin
internet!

sábado, 24 de noviembre de 2007

Viernes cuatro am

Hoy me siento mal (no es una buena forma de empezar un post, pero me siento muy mal). Son esas cosas que llaman mal de amores. O mejor dicho, supuestos superados en males de amores que vuelven a renacer después de mucho tiempo (tal vez algún descorazonado comprenda lo que quiero decir).
Tengo algo de ganas de llorar, algo de ganas de terminar la botella de wishky que está en la mesa, algo de ganas de volver al tabaco, algo de ganas de volver a tantos vicios. Es eso de "sirva otra vuelta pulpero"; o aquello de "cantinero sirva otro tequila", o probablemente esto de "otra copa que traigo dinero pa pagarle". En fin, beber para olvidar y olvidar para beber. No recuerdo donde leí que bebían para olvidar, tanto que ya ni recordaba por qué bebía (suena un poco a Rulfo, pero creo que es de Les Luthiers). Me acabo de levantar a servirme un poco de wishky.
No sé, tal vez entiendan bien, tal vez no. Estoy demasiado borracho como para explicar lo que realmente siento (aunque creo que sólo me animo a hacerlo en este estado).
Amigos, lectores o lo que mierda sea quiero decirles que: ¡me cago completamente en la moralidad, en las convenciones, en la institucionalización, en todo! Perdón, hoy siento demasiado odio y angustia (Boulieu decía -en su ars poética- que aquel que no pueda controlar sus emociones no sabe, ni supo jamás, escribir).
Sí, es mal de amores lo que me afecta hoy y es mal de amores (aunque el wishky influye también) lo que me hace odiar tanto la moral y las convenciones.
Bueno, perdón si les molesta bancarse mis lamentos y lloriqueos. Hoy estoy con la autoestima por el piso.

sábado, 17 de noviembre de 2007

Archivología auditiva

Si Funes no podía concebir la síntesis en todos sus recuerdos y Almafuerte (José) no podía obtenerla tampoco en las imágenes, yo creo tener el mismo problema pero con el sonido. Es decir que lo de José y lo mío son algo así como un desdoblamiento de la terrible memoria de Funes. Desdoblamiento en el sentido que un recuerdo completo se compone de imagen y sonido ligados de tal manera que conformen uno solo.
Con respecto a mi problema del sonido, no me refiero a esto con que tengo oído absoluto o algo por el estilo (no soy capaz de afinar bien una guitarra si no tengo conmigo un afinador). Mi asunto viene por la manera de almacenar los sonidos, o mejor dicho de archivarlos. Manera artificial y que he conseguido manipular basándome en nuevos avances tecnológicos. Puedo llegar a archivar todos los sonidos que hay alrededor mío, todos, absolutamente todos, por supuesto que esto se limita únicamente a lo que escucho, es decir que es puramente subjetivo; razón por la cual nunca me dedicaría a trabajar de esto como lo hizo Almafuerte. No es mi caso el de poder oír a lo largo y a lo ancho de una ciudad, en un radio de unos cincuenta kilómetros a la redonda o algo así, no no. Me han propuesto en algún momento servirme de micrófonos o algún instrumento que pueda amplificar los sonidos captados por mi extrema memoria auditiva, pero esto en mí no funciona. No sé cual será la razón -ya lo investigaré con el correr fonográfico del tiempo- pero me es completamente imposible asimilar todo sonido que venga de una aparato reproductor de música, por ejemplo, no recuerdo absolutamente nada de lo que dicen en un programa de radio que escuché tres o cuatro minutos atrás. Esto me ha llevado a mirar solamente cine mudo.
Como les decía, es un gran problema tener este tipo de memoria auditiva, imagínense que me es completamente imposible ir a un recital y disfrutarlo en el futuro. A medida que va pasando cada uno de los temas (debería decir acordes) tocados yo me voy olvidando, ya que está amplificado por un aparato. En realidad con el tiempo he empezado a disfrutar los cantitos de la gente, los comentarios que hacen a mi alrededor, el ritmo en que aplauden, las cosas que le gritan a los músicos, etc, etc, etc. Es decir que mido un recital, no por el mérito de los músicos, sino por el papel que jugó su público.
Realmente esto me desespera, recuerdo cada una de las conversaciones que he tenido con cada uno de los personajes que me he topado. Pero no es sólo ésto, también recuerdo mis escritos en una máquina por el sonido que producen las teclas. ¡Es terrible!
Comprenderme no es posible, si me tienen un poco de compasión estará bien. Aunque en realidad todo esto es pura y exclusiva culpa mía, ya que yo no nací con un don, ni tampoco tuve un accidente que me impuso esta memoria. Lo mío fue elegido por mí, después se me fue de las manos y hoy está impuesto en mi percepción auditiva. Sólo me quedará por ahora esperar a poder encontrar (también por medios tecnológicos) la forma de cambiar esta manera artificial de archivar los sonidos que me rodean.

sábado, 10 de noviembre de 2007

lunes, 5 de noviembre de 2007

TRAMONTINA


Roberto (quién hace algún tiempo era Robertito) estaba solito y encabronadito. No sabía qué hacer, no sabía qué decir, lo único que pudo recordar fue una siesta de junio del '89.
Esa mañana, recordando, decidió actuar. Sacó del cajón un cuchillo "tramontina", lo miró, mejor dicho, se miró usándolo. De repente, sin darse cuenta, se encontró caminando hacia la Tucumán al setecientos sesenta y... Se podría decir que no lo dudó, se podría decir que, en realidad ni siquiera lo pensó, se podrían decri tantas cosas... Lo que sí es seguro es que tomó decisión en un santiamén, es decir, no había vuelta atrás.

Aquella mujer (la de tamaño XL) jamás imagino que el 9 de junio del '99, todo iba a cambiar. ¡Y vaya que iba a cambiar! Pasaría de ser la gorda bruja de la Tucumán, a ser la pobre señorita que apareció en la portada los diarios y en los titulares de sus canales favoritos.

Todo fue tan fugaz, no llegaba a entender. De pronto estaba ahí, sin saber pa' donde disparar, para donde rajar, y así tratar de zafar. Pero zafar, ¿W-H-Y? No fue él el responsable del ultraje sucedido exactamente diez años atrás. Estaba tenso, no podía pensar, lo único que quedaba era escapar. Entonces lo hizo, rajó, rajó como lo hacía con sus compinches del barrio cuando eran chicos, cuando por accidente le ensartaban un cascotazo a la bici del viejo Páez, o como cuando rompían algún vidrio jugando a la pelota.

Después de unos minutos (ya en casa sentado) sintió paz, o como se dice hoy relax. Pero, ¿cómo sentir relax si la federal está junto con las cámaras de TV. en el portón de tu casa? ¿cómo sentir relax si la chismosa del frente lo vio todo? ¿Cómo sentir relax si ¡ya no vai a podé rajá!?
Bueno, tuvo que pasar y pasó. Pasó que no había más que llamar al abogado y pedir que se presente en tribunales; ya que como pasa en las películas de policías y ladrones, le dijeron: "Tiene derecho a permanecer en bla, bla, bla.