sábado, 15 de septiembre de 2007

Una semana de descanso


Los días que siguieron al entierro fueron similares a lo que llaman purgatorio. Nos sentíamos extranjeros, la casa se reflejaba como eso que alguna vez quisimos quemar.

El perro volvió a ladrar, no me dejó dormir tres noches seguidas. A pesar del temor que sentía, decidí irme por una semana.
A la vuelta Clara me relató la historia de los tontos. La verdad es que creí que me estaba tomando el pelo ¿Vos te creés que esto es un chiste? ¿Vos pensaste que las cosas son como andan diciendo por ahí?
Teníamos muy en claro lo que había sucedido hasta que (el miércoles a las dieciocho treinta y tres) llegó un sobre con fotos. Yo estaba presente, Clara salió en todas, Agustín -como era su costumbre- hacía las tomas. ¡Están trucadas, yo no me acuerdo de esto! Ellos estaban mudos, Agustín me dijo que él había comprado una cámara igual.
Hoy todavía sigo sin comprender, Clara se empecina en que son artimañas, que hay alguna mano oscura que nos quiere hundir. Yo sigo sosteniendo que todo fue hace cinco o seis años, aunque empiezo a dudar.

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